domingo, 7 de noviembre de 2010

Un foco


Abres los ojos y te encuentras con un foco apuntándote directamente.
Digamos que la función ha empezado. Pongamos que todo el mundo está ya sentado, mirando hacia la figura iluminada por dicho foco.
No necesitas saber cuánto han pagado para estar ahí ese día en ese momento. Están. Están porque quieren ver qué haces.
Cierras los ojos para enfocar mejor hacia la multitud.
No puedes decir a ciencia cierta si les reconoces o no. Ellos, sin embargo, te miran como si hubieseis compartido cenas, desayunos, camas, duchas, secretos...
Miras el foco, que puede ser un calentador, un flexo, una hoguera, un cartel a la entrada de una librería, la televisión, el monitor del televisor, la pantalla del teléfono móvil...

Las butacas se vacían sin prisa.
Se rellenan para la siguiente sesión.
Tú sigues frente a esas luces de neón, ese intermitente de coche, esos Leds, ese diario en llamas.
Cambian los personajes, pero se mantiene el atrezzo.