miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mármol negro

Hasta el asfalto parece mármol negro.

Tengo un historial desesperanzador, y demasiadas ilusiones.

Hay algo que etiqueto como errores, un precioso montón de escombros derruídos por la interperie. No puedes mantener un hogar que no ocupas. Ni siquiera puede llamarse hogar.

Me decido. Este aire pesa demasiado. Huelo a cualquier mujer, sueno a orgullo y podredumbre, y mi polla sabe a paja.

Dime, ¿tú qué tienes para ofrecerme? Estoy cansado de correr, de cargar contigo, de cargar conmigo y de ver que esta manada de ñúes ya han escapado del cocodrilo. Estoy cansado de ver que te va mejor que a mi, aunque estés agonizando. Estoy cansado de esperar justicia divina, de que me hayan mentido en libros y películas, de que todo el mundo se equivoque, de que nadie pueda escuchar mi historia al completo.

Quiero salir de este ciclo. Me importa poco si salgo a flote o si me cubro de cieno.

Al menos, siempre podré huir.

sábado, 26 de diciembre de 2009

01552712.09

Llevo horas en la misma postura sin inmutarme, destrozando pacientemente lo poco que me queda de humanidad.

He visto la certeza de que no soy más que un pedazo de algo intentando encajar con figuras completas.

Me considero un testigo ciego, un narrador inconsciente. He vivido poco, pero me temo ser experto en repetir tramas. Cualquiera me vería como un fuera de lugar, desligado de espacio y tiempo y quiero asegurarme de que sigo estando cuerdo, por eso bajo y me presento entre putas y borrachos, virgen y sobrio y lastrado hasta la embolia de dolores que no me pertenecen.

No soy un observador, sino una pieza más de atrezzo en esa puesta en escena improvisada. Tengo hambre, acostumbrado como estoy a quedarme a las puertas de todo.

No puedo seguir esperando. Me estoy volviendo loco. Necesito puertas en esta habitación acolchada.

El mundo llora sobre mi coche esta noche mientras escribo gilipoyeces.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Llevo miles de lineas escritas, con la simple intención de decir todo lo que siento. De repetírtelo, en tu caso, aunque eso signifique perderte definitivamente, y de dejarle claro al resto cuán equivocados están.

No he conseguido terminar ninguno, porque siempre me doy cuenta de que no habrá nadie a quien interese, y que aunque lo leyeses, no querrías decirme nada, y aunque lo hicieses, no podría acabar bien.

Yo solo quería enseñarte, pero me queda mucho por aprender.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Círculos concéntricos. Segunda parte.

El círculo se sigue estrechando.
Estoy en la base de este cono, en la cúspide emocional del mundo.
Encima de un sentimiento codificado se desmenuzan a conciencia los infantes inquietos de nuestra presencia.
Buscamos el silencio con descuido, bajo estrellas descosidas que lentamente nos arropan y nos amparan de estas moscas que no han visto más que cadáveres, infladas hasta el extremo, con la muerte enredada en sus papilas.
Finjimos no ver el camino, cláramente marcado en esta oscuridad por farolas que no iluminan más que niebla.
Buscamos alternativas a este caos, a este orden sobrevalorado que repiten a exacta periodicidad.
La pareja se rompe. Ahora camino solo, y me alejo en línea recta. Oigo maldiciones, lamentos, y odio. Ya lo extrañaba.
Busco mi luna y ando.
Ando en círculos. Círculos tan grandes, que rápidamente pierdo de vista el centro.
Y es que solo camino recto, cuando el círculo es lo suficientemente grande.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Lluvia

Es el silencio de los sordos,
rojo profundo.
La lluvia cae y se detiene,
salta y se entretiene.
Hazme de luna mientras busco hacia dónde volar
y mientras brillan los despechos
dejame tiempo para soñar,
de hecho
ya tengo un nido entre tus senos,
donde me punza la razón,
donde desinflas mi orgullo.
Déjame tiempo de estupor,
de cuenta atrás.
Róbame aliento, vísteme de baho,
dime que siga andando recto.
¿Has visto el último destello? ¿como yo¿?
Gritaban por desconcierto más que por miedo.
Y corrí en contra del mundo
y entre los ruídos y los llantos,
entre los vientos de fervor buscaba a ciegas tus susurros.
Vivo corriendo entre bultos,
y entre el humo de mi mente.
Como lava en el océano
muero sin demasiado ruido.
Atan mis manos con lino
y yo en silencio
despido al mundo con cerumen, babas y lapíslázuli
y una sonrisa,
a fin de cuentas, este invierno ha sido suave
(sí, este infierno ha sido suave)
Nos vemos cuando siempre, donde siempre.
yo
llevaré mi suerte, y que la muerte nos separe.
Hacías más ruido sin hambre
y sin ganas.
Cuando volviste descubrí que no me tientan tus manzanas.
Ya sabes por donde entraste,
y lo que encontraste.
Ahora deshazte de la escoria
y deja que entre la corriente.

Lluvia, deja que me empape,
huid hacia el refugio de paraguas y portales
No me importa, ¿qué quieres?
Para una vez que siento algo, ¿sería pedirte demasiado que te calles y que esperes?

martes, 1 de diciembre de 2009

La plaga

No se muy bien por qué, pero mi almohada huele a sake.
Anda que...
soy tu Visitor Q
Siempre William Blake en mi equipaje.
Marco un desastre a lo Dragon Head.
Me siento bien con Dir en Grey
pensando en rojo sangre.
Yo estuve en Baldur's Gate,
para mí los noobs son como un cáncer.
A mi alcance un nuevo lance,
reciclando mi akelarre,
voy con Kerrigan hacia un futuro incierto,
(despertándome)
marcándome la piel dejé bien claro lo que siento y
ya no podrás pararme,
siento la presión de Crimson.
El dolor marca mi vida,
voy parejo con Al Simmons.
Alejándome...
doy fe, mis 300 ya han caído.
Sigo resistiendo como puedo pero...
Take what i've taken.
Discúlpenme, todo dio un giro desde Coilbox.
Siento lo mismo por el mundo que por tu buzón de voz:
Lo odio.
Sinceramente, mi luna brilla por su ausencia.
Sin rencores,
mi historia es solo pasto de inocencias.

viernes, 27 de noviembre de 2009

¿Qué mas da?

Ten cuidado,
eres el cuarto que me pisa hoy.
Me vi ejerciendo con lo vuestro,
devolviendo el puchero espeso y frío de ayer.
Tengo claro lo que quiero y lo que puedo hacer,
por eso
ya no pierdo el tiempo en pedirte perdón por nada,
aunque haya mil palabras que decir
prefiero ser que repetirme,
tumbarme,
ponerme como un cristo
y dedicarle otro calvo a la grada,
porque merezco esta ovación,
o este minuto de silencio.
Depende.
Aunque me cubra la escarcha,
habrá domingos sin misa
y comidas sin hambre.
Tendré la suerte perderme si llego a encontrarme ,
porque claro que fui yo el qué perdió.
¿Qué esperabas?
Tan solo habia que jugar
y tenías mis cartas.
Asi es que
puede que hoy cerremos con un cartel de banca rota
y salga a buscar fortuna
junto a gente que no me importa.

Pero, ¿qué más da?

jueves, 12 de noviembre de 2009

Mi nave de un millón de años

Y esque...
se acerca la noche y no tengo donde salir.
Hay nubes en mi sopa y algo que quiere escapar.
¿Con quién debo hablar si te quiero ver?
dime,
¿dónde he de pisar si solo quiero caer?
Ponme otra de placer a domicilio
y brazos cruzados,
dame de beber algo que no esté inventado,
quédate a mi lado hasta pasar el agobio
y repite hasta la saciedad algo para dormirme.
Porque tengo tu falda de cazasueños,
aun me faltan tantos besos y he perdido tanto tiempo...
Solo sopla el viento que me arrastra tus olores,
y entre humos de cigarro me desvivo separando errores.
Porque ya planté tus dudas
ahora tengo mis certezas.
Solo tengo tus silencios y evasivas por respuesta.
Dime qué me queda si ni tú quieres que hable,
si el que leas esto es lo más cercano que tengo a tocarte.

Asi que sal ya
de mi nave de un millón de años,
seguiré viviendo de escribirte desde lejos.
Solo te pido paciencia y alguna seña,
las mentiras saldrán solas, ya verás,
a todo enseña la experiencia.
Asi que sal ya
de mi nave de un millón de años,
tengo prisa por seguir perdiendo el tiempo.
Porque sobra, y sobro, y sobras,
exacto,
lo mejor que tienes tú es que aun me haces daño.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El extraño de Manderlay

Hoy bebo como un cerdo de la boca de los dioses,
hay más sangre entre mis dientes que en el tren de Dragon Head.
Me conservo como un elfo, me oculto como un necrón,
me preguntan como enfermos por las marcas de mi piel.
Pero no doy más respuestas de las que puedo permitirme,
tengo dueños,
pero no velan por mi.
Porque sueño vivo muerto, pero no quiero enterarme
que hay docenas como yo que,
como yo,
huyen de mi.
Y si quisiera una respuesta, solo he de provocarla.
Llevo años sin saber,
llevo años sin querer joder,
y a quién le importa,
yo me ofrezco a quien me aguante
y lo mantengo hasta que puedan expulsarme de tu cuerpo.
Soy un extraño en este Manderlay,
un engaño, como casshern,
vi nacer entre tus terrans otra colonia de zergs.
Pido ayuda entre la niebla pero tardo en enterarme de
que hay ceniza en este aire fundiéndose con mi piel.
Porque reinan los matices.
No rechazarías mis fluidos si pudieras ver los frutos que les siguen.
Triste,
pesado hasta el agobio con mis fines.
Si diogenes es mi dios porque se folló a Constance.
Hay calamidades que no pueden extinguirse,
lo demás es como un chiste, pero ya no se reir.
Intento concienciarme a base de leer vidas ajenas,
si revolcarme no consuela ya
solo queda resurgir,
hacer las maletas e irme.
Punto.
Decirme que estoy bien es engañarme.
Quiero
quitarme de encima este mono de recuerdos,
disfrazarme de nube y llorar
y ser lluvia mientras pueda.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Un extraño en Manderlay



Pensaba acompañar al texto con esta foto, completarlo de alguna manera.
Ahora no hay texto, solo foto.
Que entienda quien tenga que entender. O nadie. Tampoco importa.


Foto de:
http://viscosa.deviantart.com/

sábado, 24 de octubre de 2009

Correteando

Con los pies muertos por andar sobre hielo
me consumo,
me contraigo como musgo seco.
He llegado hasta el final de mi cápsula de petri.
Desde luego, todo ha cambiado aqui.
Masticando aceite,
respirando sueños.
Escoltado por la bruma de esto.
Reciclando los
cuentos que decías que eran solo para crías
quedan clausurados bajo montones de héroes que
eran para gente buena.
El exponente 0.
El exponerme me sitúa en cualquier punto muerto.
Mi mundo, frágil, queda pendiente de tus labios.
Cállame
para que pare de cortame en trozos.
Yo....
Se la solución pero no tengo los medios.
Quiero ser,
pero me pierde el recuerdo.
Puedo ver que enciendo el cielo,
con
cada gota de sangre crece el hambre por lo nuestro
y de algún modo yo
mido tu presencia aqui en orgasmos.
He descubierto nuevos mares donde ahogarme,
asique,
aunque me pese el aire que haya entre nosotros
la suerte existe para robarla,
como tú existes para seguirte.
Tengo el sentimiento exacerbado,
me mantengo como puedo, entre proscenio y escenario
hay un continente hueco buscando un telón abierto
y mil putas y bandidos esperando rellenarlo.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Nada que prender

Apaga las luces.
Ahora sí.
Tenemos minutos en blanco.
Para decir que duele,
no necesito otra libreta.
Me sobran estrategias que fracasen.
Fallaste.
Buscabas el caballo ganador en un cerdo,
me asfixio entre el sudor de lo que tengo.
Dependo.
Supongo que el fin no solo apesta como un muerto,
hay maneras más amargas de acabar.
Yo llevo media vida intentando empezar
de cero.
Tengo casi ira,
casi rabia.
Me han propuesto como un reto,
como un hueco,
como un dedo señalando a los demás ganar.
Quedan para mi las sobras de este manjar podrido,
solo veo moho en este cuerpo de alquitrán.
Quieren maltratarme con sus risas y sus gritos
despreciando lo que pasa a dos metros de su portal.
Yo quedo con lo puesto
ya maldito por mil años,
me querían calladito mirando hacia la pared.
Tengo la sensación de ni siquiera estar jugando
y ni tan siquiera asi puedo dejar de perder...
Me dicen:
vete, aqui sobras.
Empiezo a emborronarme como lápiz en papel,
como un tapiz sin leer
me queman,
y ni siquiera mis llamas son capaces de alumbrar,
y es que no hay nada que prender...

miércoles, 7 de octubre de 2009

El vigilante

¿Y ahora qué?
Soy yo quien vigila a tus Watchmen.
Sangro miel,
normal que quieras chuparme la sangre.
Canto como un poseso,
sin pensar en lo que pienso,
porque no encuentro otra forma de seguir mordiendo barro.
Incómodo.
Tengo veneno en la saliva como un dragon de komodo.
Tengo que hablar sobre otra vida.
Necesito otro destino,
y más dinero,
perseguirte como un perro,
para adiestrarte como a un perro.
Me estoy haciendo experto en tí...
si pudieran besarme, solo dibujaría tus labios.
Y borraría al fin tus ojos,
porque, ¿qué nos une? en serio,
solo el recuerdo de una errata y el miedo a estar en lo cierto.
Y la esperanza es tan vacía,
que ahora nuestras despedidas son la envuelta de indirectas que van a menos.
Solo puedo pedir tiempo
y creer en algo,
hacerme a un lado con estilo y elegancia
y esperar a ver el hueco.
Y esperar a salir en el ojo del huracán,
porque ya que he de morir, al menos quiero hacerlo mientras vuelo.
Solo hablo de cumplir mis sueños
y me siento imbécil.
Tengo que encajar algunas piezas antes de volver a ver la nieve.
¿Quieres?
A mi me sabe más bien a poco.
Tienes millones de motivos para acabar apestando a otro.
En serio,
sé que llegarás aqui porque ya he visto las huellas,
pero no encuentro tu cuerpo descompuesto bajo las estrellas.
Quizá es vicio,
tengo arrogancia en los sentidos,
pero me siento bajo la lluvia a escribir un triste te quiero.
Ya ves,
yo me sepulto entre el futuro y el pasado,
y tú caminas sobre mi yendo cada vez más lejos.

martes, 6 de octubre de 2009



Yo lo sé. Es mi vida.
Puedes mudarte, pero eso no basta. Adoptas un hobby. Te sepultas a ti mismo en trabajo. Cambias de nombre. Improvisas. Pones el caos en orden. Lo haces cada vez que el pie se te cura lo bastante. Organizas todos los detalles.
No es lo que un psicólogo aconsejaría, pero funciona.

Te dices a ti mismo que el ruido es lo que define al silencio. Sin ruido, el silencio no sería precioso. El ruido es la excepción. Piensas en el espacio exterior, en ese frío y ese silencio increibles donde están esperando tu mujer y tu hijo. Solamente el silencio, no el cielo, sería una recompensa suficiente.

El truco para olvidar la situación general es mirar las cosas muy de cerca.
La manera más fácil de cerrar una puerta es sepultarte a tí mismo en los detalles.
Así es como nos debe de ver Dios.
Como si todo fuera bien.
Luego te quitas el zapato y das un pisotón con el pie descalzo. Das un pisotón bien fuerte y luego otro. No importa cuánto te duelan el plástico duro, la madera y el cristal, sigue pisando hasta que el vecino de abajo empiece a dar puñetazos en el techo.

.Nana. Chuck Palahniuk

jueves, 1 de octubre de 2009

lunes, 28 de septiembre de 2009

La realidad

Trágate tu incienso.
Me quedo con
los pocos recuerdos que me faltan cuando duermo.
Es
frágil,
me queda un comodín aun.
Sentado contra el viento
tu figura se hace humo azul.
Se entiende,
depende del tiempo,
suspiro.
Sus dientes no brillarán siempre.

Y me importa más bien poco que vivas para verlo.
Hay
sombras todavía que se vuelven contra el mundo.
Quedan cuatro gotas de maná que se escurren por mis manos,
y si el daño ya está hecho,
no me queda na.
Tira de la cisterna, déjame abandonao.
Yo seguiré comiendo mierda.
Seguiré creciendo...

Hay
segundos perdidos, minutos vacíos,
una vida malgastá que me está vetá.
Hay
mucho más que tripas tras esas paredes a las que llamas piel,
y yo quiero entrar.
(y yo pienso entrar)
¿Que porqué a ti?
Porque no hay nada al azar.
Tengo suerte de sentir,
ahora quiero tu saliva.
Ya morí por fin,
llevo años intentándolo,
querias realidad y no pienso vendértela.
¿Dónde quedan esos años de misterio y sutilezas¿
¿Dónde quedan tus palabras muertas que ni tú entendías?
Querías conocerme, asi que cómetelo todo.
No apartes las moscas.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

No vas a llegar

No vas a llegar.
Caminarás sin problemas,
abrirás unas puertas y darás a un jardín.
Pensarás que has llegado,
pero no vas a llegar.

Pensarás que has llegado y te acomodarás.
Dejarás de buscar por los recodos,
te sentarás a comer tierra
mientras delicias se descomponen despacio,
pero no vas a llegar.

Porque para ti, mis paredes son reconfortantes, a pesar de los gemidos
que consiguen atravesarlas.
Te chocas contra ellas
pero te sientes bien, porque no duelen.
Porque no te duelen.

Y quedarás amontonada
junto a decenas de individuos que pensaron como tú,
que dejaron de buscar a pesar de los gemidos
que atraviesan las paredes que me encierran.

Fuera es agradable y bonito,
pero dentro las paredes duelen,
y yo estoy dentro,
gritando como si fuera a desaparecer,
pero tú no me oyes.

Te siento y ruego porque no te acomodes.
Pido a nadie que no hables con esa gente
porque te convencerán para dejar de oír,
obviar mi sufrimiento y dejarlo como el encanto de ese jardín
al que fueron invitados para salvarme, no para ocuparlo.

Poco a poco me quitan la vida,
sintiéndose escogidos para hacerlo,
especiales por sortear un tosco laberinto en el que
todas las salidas llevan a mí.

No vas a llegar, y lo peor es que creerás que sí.
y luego llorarás y pensarás que fui cruel, que jugué contigo.
Te apoyarás en el muro y lamentarás haberme conocido
mientras con mis dedos que asoman intento decirte que lloras sobre un desconocido.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Nieve quemada

Fue un parpadeo demasiado largo, pero ahí estabas de nuevo, plantada ante mí, con un nuevo rostro, nuevo olor, nuevas formas y nuevos ojos, pero enseguida supe quién eras, porque no hay nadie que, como tú, deje a su paso ese olor a nieve quemada.

Sabía que te extrañaba, pero no hasta qué punto. Lo reconozco. Hice las maletas y huí muy lejos de donde nos vimos por última vez. Lo quemé todo y me lancé a vivir vagando entre gente anónima, intentando seguir andando siempre por un mundo en el que sabía con total claridad que no estabas.

Empecé a pensar que quería olvidarte. Creía que era mejor una vida sin ti. Sin querer, fui dejando atrás nuestro santuario, y los recuerdos, y sin saber lo que hacía, decidí olvidarte.

Entonces dejé de mirar a la cara al mundo, y este empezó a oler a verdad… a sudor, a sangre y orín.
Hacía años que no nevaba.

Dejó de dolerme mi propia sombra al fin, y de manera inconsciente, empecé a ponerte en la cara de la gente para finalizar de alguna manera una búsqueda sin sentido que no había llegado a empezar, porque yo no te buscaba, es más, dejé de pensar que existieras.

Fueron años de lluvia. El mundo entero llegó a estar embarrado, abnegado en su totalidad.
Fueron años tenues, tibios y sin sentido, en los cuales dejé de sentir. Aparqué sentimientos tales como la esperanza y la ilusión, y hasta que no volvimos a vernos, no me di cuenta de que también había borrado el dolor.

¿Sabes?
Has cambiado en este tiempo, aunque no mucho más que yo. Nos hemos cruzado en más de una ocasión, pero aun no me conoces. Parece ser que tú sí me olvidaste.
Sé que no huiste de mi, tan solo nos separamos.

Del mismo modo, que sé que seguirás tu camino sin haber reparado en mi. Volverás a llevarte tu aroma contigo, para dejarme de nuevo arropado por la mugre cosmopolita.
Aunque vuelve a nevar, pronto todo quedará embarrado de nuevo. Volverán las punzadas, losé, pero estoy contento. Porque sé que existes.

No correré tras de ti. Me asusta mirarte a los ojos y que no me reconozcas. Soy feliz porque sé que existes, y la próxima vez que nos veamos quizá sepas quién soy.

Hasta entonces, seguiré andando entre anónimos, pero esta vez no necesito chocar para sentir que existo. No miraré atrás, porque no me estás esperando. De acuerdo, tráeme tu dolor de nuevo, no me importa, pero solo si con ello puedo volver a mirarte a los ojos y verme en ellos. Ojalá la próxima vez que huela a nieve quemada, sea por estar a tu lado.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Acabaré acostumbrándome



Y acabaré acostumbrándome,
como con todo.
Si me quito este dolor punzante, a lo mejor mejoro.
Tarde o temprano serás mía,
olvida el tiempo,
solo cuento los segundos cuando quiero ir más lento.

Lento, suave... sabes de lo que hablo.
Si no salgo de mi ombligo es porque el mundo me da asco.
Y huí de aquí, pero hacía demasiado frío,
prefiero seguir fingiendo arropado por el rocío.
Es arrogancia,

La fragancia de mi vida hace rancia hasta las cosas más sencillas
y las contamina.
Mi ilusión está envasada al vacío,
si contigo haría el pack que cierra este ciclo

Alma en pena, trastornos,
Sangré en mi cuaderno.
Son cosquillas en mis tripas cuando sé que me estás viendo,
Cuando se que el sufrimiento lleva a más que la paciencia
No me espero a ser feliz.
No me esperarás, ¿recuerdas?

Hoy quizá me cambie el día,
No lo sé.
Yo me quedaré en la sombra, al amparo del ayer.
Que los crujidos de mi orgullo
no es más que ruido de fondo.
Que si exploto, si me rompo,
olo adornaría mi entorno.

Hoy descubro, el velo, adiós a mi esperanza,
Te recuerdo que aun tengo tus dudas.
Tengo el alfa de tu historia
atascado en la memoria,
con trocitos de cristales que me tientan más que el Prozac
de tus labios

Como que el daño ya está hecho.
Hace años que te extraño sin saberlo,
Y ahora que puedo palparte,
cuanto menos, me duele el deseo.
ahora que quería buscarte, ya dejaste de llamarme,
y no lo entiendo.

martes, 8 de septiembre de 2009



Normalmente, cuando se me ocurre algo, siempre hay otra parte de mi que salta y dice: no!

Pero ahora, todo dice: Sí!

No puede ser que en lo único en lo que he estado seguro en toda mi vida, sea mentira...


.Homer J. Simpson.

jueves, 27 de agosto de 2009

Círculos concéntricos. Primera parte.

El círculo se estrecha.
Hay sobre mí un pedazo de cielo. Eclipse a la esperanza.
Quedan aun algunos charcos en mis huellas. Agua con aceite de motor. Arcoíris negros por donde he pasado.
El panorama es desolador. Hay barcos encallados en el horizonte y las lunas se esconden tras sus velas. Hay estrellas descosidas de otros cielos, pegadas en mi oscuridad. Sé de dónde vienen, asi que no sirven de consuelo.
Los peces boquean, inconscientes. No hay nada más que respirar aqui. No hay ni pizca de vida, de fertilidad. No como yo la concibo.
Miro al cielo en busca de una brizna de aire, un esbozo de humedad. Agua para esta garganta cuarteada.
Sigo esperando las cenizas, el frío, los llantos y gritos.
Sigo esperando los niños perdidos sin sueños, abortos de mañanas. El semen disperso de hoy.
Cae el ocaso, y el viento. Rugen por dentro. Están del revés. Dan vueltas en círculos.

martes, 25 de agosto de 2009

23.301

Las caras asomaban entre la neblina, permanecían allí, se desvanecían. Miraban con atención, me hacían preguntas. Todos me hacían preguntas. ¿Sé quién soy? ¿Me duele en algún sitio?



Sé quién soy, y me duele en todas partes.


Me desvanezco...



Khaled Hosseini.

domingo, 16 de agosto de 2009

Sin título

Tienes el pelo cubierto de sangre.
Volcamos el cielo,
me visto de noche,
describo tus ojos con besos y versos,
tan frios... tan fríos que arden.
Despierto el deseo, el pecado,
el: dame más tiempo...
Yo cierro con llave tu daño,
y se esconden en mi cuerpo tus manos,
buscando un lugar donde haya algo digno y humano.
Dejad ya los cuentos,
los buenos,
los malos.
Bebed del pasado,
a esta invito yo.
Dejadme en la flor de esta vida, marchita,
ahogado en rocío,
perdido entre pétalos.

martes, 11 de agosto de 2009

Desvanecimiento

Surgió de repente.
Las luces se apagaron, creo que tan sólo en el trayecto que une la señal visual que reciben mis ojos con mi cerebro, pero mi percepción fue un apagón momentáneo e intermitente durante varios segundos, como un estrobo.
Cuando la vista se repara, los acontecimientos anormales se comienzan a propagar por mi organismo, como una plaga, de arriba abajo, como siguiendo un orden preestablecido.
Primero un intenso y agudo dolor de cabeza que obligó a todo mi cuerpo a encorvarse. Era como una señal que rozaba los límites de la tolerancia sonora y llegaba a mi desde dentro, sin tener que atravesar de ese modo mi piel, mi cráneo y cuantos fluidos y sesos fueran necesarios para llegar al centro del dolor.
Zarandeando mi cabeza para intentar aliviar el dolor, descubrí el siguiente signo.
Mis oídos estaban taponados, pero no esa sensación de descompresión que sientes a veces, sino era como tener la piel de un tambor de alguna tribu perdida cubriéndome el pabellón auditivo por completo. El mundo parecía venir a través de una emisora antigua de radio con los graves demasiado subidos, y las vibraciones se sentían como hormigas en fila directas hacia el cráneo.
El sonido parece amontonarse en mis orejas, y siento como si el propio hueso intentara separarse para abrir paso a una multitud enloquecida. Y esa multitud termina por entrar, y lo siento en mis ojos.
Detrás de mis cuencas se amontonan las hormigas y empiezan a morder. El dolor es tan intenso que noto como si mis ojos intentaran comprimirse para tratar de escapar de ahí. Como si bailasen dentro de sus cuencas, como si todo su interior acuoso se solidificase para impedir el paso a las impetuosas hormigas hambrientas.
Mi cabeza sigue zumbando, con la misma nota aguda. Golpeo mi cabeza. Cierro los ojos fuerte, para no dejar pasar las hormigas.
Mis manos se abren y se cierran descontroladamente, hasta que la sensación de expansión empieza a apretar hueso.
Noto las venas latir fuerte, en la sien, en las cuencas, en cuello, brazos, piernas y en el pecho.
Mis dorsales se contraen por el excesivo movimiento de mis brazos intentando arrancar de mi cabeza eso que zumba, que vibra, que se ha introducido sin mi consentimiento.
Por supuesto, el dolor me hace pasar por alto la sensación de vacío de mi estómago, como si llevara semanas o meses sin probar bocado, pero esta vez sin dolor, o al menos no tan duro como el que se sucede centímetros más arriba.
Mi corazón parece que ha decidido marcar su propio ritmo, y golpea agresivamente las costillas.
Por primera vez noto que estoy lleno de cosas... que no soy una masa compacta y homogénea...
Entonces mis pulmones deciden descansar. El aire no entra, y tras unos pocos segundos con la boca tan abierta como me era posible para intentar recibir al menos un par de moléculas de O2, mi garganta se reseca.
Intentar tragar producía una sensación como de desgarro interno, como pasarme una cuchilla a contrapelo por la tráquea.
Entonces mis piernas se rinden, se doblan y me derrumbo.
Vuelve el estrobo.
La luz oscila como una bombilla deteriorada, y el mundo está ahora ladeado, intentando arrojarse contra mí.
Sigo con los ojos abiertos.
Noto que brota sangre de algún lado, pero no me atrevo a intentar adivinar de dónde.
Siento como si todo esto haya sido solo un preámbulo, un adorno, y mi muerte realmente sea por esa fuga que no puedo identificar.
Sabría decir que me vacío, que algo cae y empapa el suelo.
Podría afirmar con toda seguridad que lo último que veré en mi vida será esa puerta medio abierta y la mesa llena de ropa por planchar al fondo.
Noto que mi existencia se difumina, que se ha abierto una brecha en mi de la que emana, digamos, mi esencia, una esencia de la que nadie tendrá constancia.
Noto cómo se me va la vida, pero no veo por dónde.

viernes, 31 de julio de 2009

Un sueño

Estoy perdido en una tormenta de nieve. El viento chilla y dispara sábanas blancas hacia mis ojos ardientes. Avanzo tambaleante entre capas de blanco cambiante. Pido ayuda, pero el viento engulle mis gritos. Caigo y me quedo jadeando en la nieve. Perdido en la blancura, el viento zumba en mis oídos. Veo la nieve, que borra la huella de mis pisadas. "Me he convertido en un fantasma-pienso-, en un fantasma sin huellas". Vuelvo a gritar, la esperanza se desvanece igual que mis huellas.


"Cometas en el cielo", Khaled Hosseini.

martes, 28 de julio de 2009

La linterna roja (2/2)

No se muy bien cuándo sucedió, pero nuestros labios se acabaron encontrando por mucho que las voces gritasen “No”. El presentador reía de fondo, estoy seguro de ello, mientras mis manos buscaban algo que mereciese la pena bajo demasiada tela. Una vez desprendido el atrezzo, miré hacia otro lado, desconecté, y al volver a mirar al frente, todo estaba revuelto, y cubierto de sudor. Volvía a tener unión con el mundo. El ruido del televisor al fin fue solo ruido de fondo y aproveché para darme cuenta de que respiraba con dificultad. Estábamos en mi cama. Creo. Ella dormía sobre mi pecho, aparentemente feliz.
Estuve así un tiempo, sin moverme ni pensar. Cuando me lo permitió, me levanté de la cama sin despertarla y fui a la cocina. Abrí la nevera y bebí lo primero que encontré que estuviera helado. Un par de sorbos, no más. No tenía sed, solo la imperiosa necesidad de quitarme ese sabor de boca a tabaco y melocotones. Volví a mi habitación y cogí unos pantalones cortos. Eran las 4 de la madrugada casi, y la luz del acuario seguía encendida. Los peces boqueaban. Apago la luz, cojo la guitarra y bajo al local de ensayo.
Imagino que el ruido la llevó hasta mí. Entró despeinada y vistiendo tan solo una braguita. Incluso así daba asco.
—¿Llevas aquí mucho tiempo?— me decías apoyada en el marco de la puerta. Podrías haberte lavado la cara al menos…
—No lo se. Tenía calor. Aquí abajo se está bien.
—Ya se… estás cansado de anoche, ¿cierto?— insinuaste con una sonrisa pícara y haciéndote hueco en mi habitación.
—¿Anoche?
—Sexo— cada vez más cerca. No, no fue sexo. Fue solo tristeza.
—Ah, no, insomnio más bien. Tocar me relaja. ¿Qué hora es?
—Tarde. Venía a decirte que tengo que irme— es lo más bonito que me has dicho hasta ahora—, tengo que hacer cosas esta tarde y ya casi es medio día.
—Entiendo. Bueno, ya hablaremos, ¿no?
—Claro. Y… sal un poco, ha terminado la tormenta. Hace un día precioso.
Y se acercó y me besó. Y se fue. Lo apagué todo, me di una ducha, encendí el acuario y me acosté al fin. Las sábanas apestaban, y fuera la linterna roja seguía encendida, aunque nadie podía ver ahora su luz.

Han pasado quince días, y no ha vuelto a dar señales de vida, aunque me he informado. Le va bien. Muy bien. Lleva 5 años casada. Aquel día tenía que irse porque tenía que recoger a su hija de la guardería. De esto me enteré al cuarto día. Hice lo posible por hablar con ella, y cuando finalmente lo hice me dijo que no quería hablar conmigo, que tenía que distanciarse de mi y que lo entendiera, que estaba casada, y sentía lo que pasó.
Yo... no se. Estoy tocando la guitarra, y las cuerdas están desafinadas. Los peces siguen boqueando, con la luz encendida siempre. La linterna roja sigue encendida, no se ha vuelto a apagar desde entonces. Y yo necesito melocotones.

domingo, 26 de julio de 2009

Recuerdos por llegar



Disculpen la mala calidad de la fotografía

sábado, 25 de julio de 2009

Entra en mi

Hay un silencio en este verso...
escucha.
Yo soy el primer viajero de los fisicos de Primer.
Te espero matando en el Quake.
Con la música como en el futbolín,
no hay quien me saque.
Adicto al prozac, al prozium, al soma,
el fallo está en querer tener una beca para Hogwarts.
Y ahora entiendo por qué no me salen las cuentas,
si en lo que tardo en enamorarte ya te has follado a 40.
Escuece, me canso,
pero sonries al reencontrarnos,
como al ver a Johhny Depp en el reparto.
Yo vendo más vivo que muerto
y de momento
me contento y regocijo con saber que estoy despierto.
Soy un romántico en paro.
equilibrium
Yo trago más mierda que Bear Grylls.
equilibrium
Sigo buscando mi omega,
porque aunque quieras cerrarme las puertas
quiero un 7 en ese dado.
Y claro que salgo más caro,
tengo un sello en el costado, en costillas de adamantio.
Porque creo en la venganza como Park Chan Wook
me dices
que resbalo por secuencias de Kar Wai Wong,
me dicen...
Me siento más perdido que las victimas de Cube,
descrito como un saco de huesos,
Mierda, Manderlay.
2046 me da cobijo a mi caida y mientras,
vivo,
evito como puedo mi hora 25.
Tengo dibujada tu última mirada.
Voy catando los venenos de los labios y palabras.
Y yo moriré despacio en un mar de linternas rojas,
mientras suenan las canciones de la fiesta de la flor dorada
Hago el mal pero con clase,
soy un Dillinger, un Langoliere
un Pendergast,
mi mundo es un mal engaño.
Necesito adrenalina para seguir funcionando
y no más cuentos de Asimov de pelirrojas,
no más daño.

miércoles, 22 de julio de 2009

pueden sonreir




vuelven las ganas de dibujar.

martes, 21 de julio de 2009

La linterna roja (1/2)

Me levanté y miré por la ventana dando la espalda a mi interlocutor. Hacía horas que había oscurecido, aunque aun era temprano. La lámpara que me regalaron mis compañeros de trabajo, una imitación de las linternas rojas japonesas, bailaba con el soplo de la brisa marina. Si me esforzaba, podría ver alguna estrella brillando tímidamente en el infinito cielo nocturno. Pero estaba demasiado cansado.
De repente me invadió un odio terrible hacia la persona que estaba sentada en el curtido sofá del salón. Quería irme. Quería dejarme caer, cerrar los ojos y dormirme allí mismo, al amparo del aullido de los árboles y el viento, bajo la luz roja y vacilante de la linterna japonesa. Quería cortar cualquier conexión con la realidad. Pero tuve que girarme hacia ella.
Tan solo era otra más. Estaba allí porque pretendía obtener algo de alguien que no tenía nada. Era otra mentira, otra propuesta por aparentar. Era un último intento desesperado por darle sentido a su vida creyéndose que había conseguido enamorar a alguien especial. Era otro regalo indeseado en mi vida llena de linternas rojas.
—¿Qué miras?— me preguntaste con una sonrisa que pretendía ser coqueta.
(No miro nada. No hay nada que ver. Quiero irme a dormir. Coge la maldita puerta y…)
— Estás realmente hermosa hoy.
— Vaya… gracias…— fue lo que fuiste capaz de articular. Una autoestima sin fundamento cayó sobre tus hombros y enrojeciste, intentando galantear con los silencios. Silencios que eran míos hasta que te invitaste a entrar.
Ahora que había decidido quedarse, tenía que despejarme. Por mucho que diga la fama que me precede, no estoy muy acostumbrado a visitas. Encendí la televisión para poner un colchón de fondo a nuestra conversación sin sentido, para tener algo que mirar.
El tiempo siguió deslizándose a la misma velocidad a la que solía hacerlo. Fuera, las farolas rojas se empapaban de una lluvia fina. Dentro salpicaban algunas gotas de conversación mientras un magazine de noche mezclaba actualidad con humor en el televisor. Tras un breve periodo en el que ambos nos quedamos callados, el presentador dio paso a un video en el que un par de políticos discutían con unas voces dobladas bromeando sobre preservativos, y la chica que tenía al lado aprovechó para apoyar su cabeza en mi hombro.

martes, 14 de julio de 2009

Cuando no existan las sombras

Era el momento.
El sol se había decidido al fin a esconderse tras las montañas más lejanas, dando paso a un cielo sangrante de vidas ajetreadas, quizá más de las que debería soportar. Las nubes se aglomeraban alrededor del último bostezo del día, como intentando amarrar al sol con sus manos de humo. Justo enfrente el panorama era muy distinto. Por los árboles que indicaban el comienzo de los dominios de la noche, empezaban a abrir los ojos tímidamente las primeras estrellas. Y las sombras desaparecían.
Era el momento de salir de casa, al fin.
Cuando lo vio oportuno, con la precisión matemática que tan solo puede otorgar años de experiencia y monótonas costumbres, Daniel salió de su pequeña casita lindando con el bosque, ligero como sólo él, que no compartía el mismo suelo que su sombra, podía caminar. En el cielo no quedaban más que los esbozos de lo que fue otro día, y un tarro de tinta china derramada en el Este empezó a resbalar por los agónicos bostezos solares.
El muchacho sonrió al volver a ver la Luna. La misma sonrisa de pura tristeza que sólo podía permitirse a la soledad del ocaso. Cuando el Sol se escondía, cuando el mundo parecía entrar en una especie de letargo nocturno y el núcleo vital se recostaba para retomar fuerzas, era el momento. Cuando no existían las sombras, era el momento de Daniel.
En verdad, siempre hacía lo mismo. Sus movimientos parecían marcados por una rutina digna de la más estricta de las diócesis. Las posibles variables oscilaban entre su paseo a las orillas del estanque, donde la luna se reflejaba poéticamente en el agua, en un romántico pellizco que a Daniel se le antojaba vulgar, pero si alguna vez entrelazaba los dedos con una chica y caminaban bajo la atenta mirada de las estrellas, irían allí, donde les esperarían las ranas vestidas de gala, y los grillos darían el concierto para el cual tanto tiempo han estado ensayando… porque los libros predicen que ella se derretiría, y probablemente llegara a descubrir a qué saben los besos.
La otra opción era adentrarse en el bosque. Ya no necesitaba que el indeseable le mostrase el camino, porque él podía alumbrarse de luciérnagas que no veía, de astros que observaban, abrazados por la única sombra que envolvía todo. Caminaba bajo árboles monocromos buscando compañía donde no la había. Era el momento de sentirse un igual con un mundo sin sombra, a la sombra del mundo.
Daniel había vivido siempre con un testigo menos de sus pasos, ya que desafortunadamente ya no tenía sombra que caminase con él. Había estado recluido en su hogar desde que tomó su primera bocanada de aire, encerrado en un delimitado mundo lóbrego, fosco como el amigo que no tenía. Nunca había visto qué era lo que le faltaba, o lo que le faltaría si le llegase a alumbrar alguna luz, pero ese frío era el claro sinónimo de que le faltaba algo, de que algo no funcionaba como se supone que debía funcionar y, bueno, él nunca vio necesario comprobar algo que no existía, intentar ver algo que faltaba, como jugar a darle forma a las nubes de un cielo impoluto de verano.
La noche era el momento, porque las sombras tenían mejores cosas que hacer, o quizá temían, huían y se escondían en un refugio clandestino, lejos de los ronquidos y los sueños que nunca verían. O simplemente también necesitaban dormir.
Pero Daniel sabía la verdad. Formaban parte de un todo, de una unión mística a la que no pertenecía. Cada sombra era un desgarro a la noche, como un último intento de las almas que tienen que abandonar las estrellas para enfundarse en un traje de vísceras y humedad, como el pataleo de un crío que no quiere entrar a su primer día de escuela, así se aferran las almas a su hogar, y lo despliegan sobre suelos, paredes e instrumentos, intentando mantener a raya la luz del día, lo absurdo de lo terrenal.
Y a la noche, tras la muerte del indeseable, todas las almas dormían con los ojos abiertos, desplegando su pedacito de cielo y cubriéndolo todo de noche, soñando su vida, y viviendo los sueños de las personas.
Daniel gozaba una vez llegado este momento, aunque para ser sinceros, él también añoraba algo de cielo durante el día. Por lo visto, sólo las almas tenían derecho a ello, y jugaban a contar estrellas en sus sombras.

sábado, 11 de julio de 2009

Miedo a salir


¿Recuerdas cuando te asustaba la oscuridad? Mamá dejaba la puerta entreabierta para que se filtrase un hilito de luz tan escuálido pero al mismo tiempo tan necesario...
¿Cómo ha podido cambiar tanto todo? ¿Qué hiciste para empezar a temer la blanquecina y acusadora luz del sol?
Desde luego avanzas, no te queda otra. Con la oscuridad alojada en lo más profundo de ti, y cerrando los ojos y dejando que el vacío te envuelva cuando todo se vuelve demasiado real.
Cuando pretendes vivir.

martes, 7 de julio de 2009

Hallway of Always



—Me alegro de que finalmente decidieras venir conmigo. ¿Puedo preguntar qué te animó?
—No se. Me apetecía hacer un pequeño viaje, contigo. Estás a tiempo de dejarme en casa, ¿eh?
No necesitaba mirar hacia ella para saber que bromeaba. Sus gélidos y agradables ojos estarían fijos en mi, con una ceja semilevantada (la izquierda), y una sonrisa picarona. Pero seguí con la mirada fija en las líneas de carriles de la carretera.
Apenas hacía veinte minutos que habíamos salido, rumbo al este, con la intención de pasar una semana de relax en una casa que yo tenía en la costa. La casa en si no es gran cosa, pero está dispuesta apartada de todo, incluso del mar, a unos 80 metros de altura. Las vistas del acantilado sobre el que está emplazada son preciosas. Por norma, mis escapadas hacia allí eran en solitario, pero mi amiga decidió apuntarse a última hora. Y yo, encantado. Pasar una semana con ella podría ser una gran experiencia, además, cabía la posibilidad de que eso diese lugar a…
—¿Te importa si ponemos música? No es que me aburra, pero me gusta viajar con música.
Ahora sí la miré de refilón. Le dediqué una sonrisa inocente y volví a centrarme en lo mío.
—Claro. Puedes poner lo que prefieras, los discos están en la guantera. Estamos atravesando una zona montañosa, por lo que no podremos sintonizar la radio hasta, al menos, dentro d unos 100 Km.
—Pero aquí solo hay un disco…
—Por eso te di a elegir. Ponlo, es mi preferido.
Sin dejar de mirarme algo confusa, introdujo el CD en el reproductor. Yo intentaba aguantar la risa y, cuando la sonrisa estaba empezando a asomar peligrosamente en mi cara, aproveché que el volumen estaba demasiado bajo para subirlo y despegar de esta forma sus ojos de mi cara. Lo ajusté al nivel 11 de estéreo, ecualizado para Jazz, como siempre.
Ella se recostó contra la ventanilla y se quedó escuchando en silencio la canción “Hallway of always”. Cuando pasaron un par de minutos, se removió en su asiento y dijo:
—Es triste.
—A mi me parece bonito.
—Bueno… no he dicho que no lo sea, pero no es música de carretera. Necesitas más ritmo, si no, te vas a quedar dormido al volante.
—Vaya… ¿dejarías que eso pasara?
—¡Claro que no! Bueno, sino me quedo dormida yo antes.
—Puedes quitar el disco si quieres.
—No, me gusta.
Tuve que reducir a tercera por una curva más cerrada de lo normal. Ella siguió el movimiento de la palanca de cambios. Luego, se asomó repentinamente por la ventanilla, como si hubiera visto algo interesante, pero finalmente se echó sobre el respaldo del asiento y sentenció:
—Eres raro.


—No pasan muchos coches por aquí, ¿no?
—Pues no, no es una carretera concurrida. Por eso me gusta. Además, el paseo es precioso.
—No he visto un solo coche desde que entramos en ella.
—Puede ser.
—¿Seguro que está permitido circular por aquí?
—Claro que sí.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Siempre lo he hecho.
—¿Siempre?
—Siempre. Mira, creo que abrieron una autovía, por eso la gente no viene ya por aquí.
—¿Y por qué no tomas tú también la autovía?
—Ya te lo dije, me gusta este camino. Es bonito.
—Y triste.
Le dediqué una mirada y una sonrisa fugaz. Me encanta cuando hace eso. Ella seguía mirando por la ventanilla.
Llevábamos ya un tiempo cruzando un bosque tupido. Las distintas variedades de gimnospermas que tapaban la carretera por la que circulábamos formaban como un túnel verde, frondoso y tan oscuro, que en días poco soleados, tenía que encender las luces.
—¿Siempre vienes solo?
—Creía que estabas conmigo.
—Bueno, quiero decir… sino hubiese venido yo, habrías venido igualmente, ¿no?
—No lo se. ¿Y si me hubiera dormido por el camino?
Se le escapó una sonrisa. Yo se la devolví y le acaricié el muslo izquierdo. Sin apartar la mano, le dije:
—Me alegro de tenerte aquí.
—¿Porqué?
—Simplemente por ser tú.
—Tú también eres especial para mí.
—Bueno, hay muchos tipos de especial, así que…
—No. Tú tienes una categoría exclusivamente para ti.
—¡Vaya! ¿Estás segura?
—Por supuesto que sí, señor triste.
—En cualquier caso… no vuelvas a interrumpirme cuando voy a empezar una explicación.
Intentó indignarse, pero reía con los ojos. Se dedicó a mirar el paisaje, ahora sin disimular la sonrisa, y agarrando con delicadeza mi mano. Primero acariciándola, y poco a poco, apretándola. Una mano suave, cálida y tímida, pequeña y fina. Su mano mantenía a la mía en su muslo mientras teníamos una conversación grata, banal e ingeniosa. En el reproductor, el CD, que ya había dado un par de vueltas, empezaba una nueva canción, pero ella no escuchaba, solo reía y reía mis bromas sin dejar de mirarme. Se le notaba feliz, llena de esa sensación de nerviosismo histérico de las ansiosas y sobrevaloradas primeras veces. Yo sentía que nos acercábamos lentamente al punto donde los dos siempre quisimos estar, pero aun era pronto para imaginar, de modo que sugerí:
—Te noto feliz.
—Claro que sí. ¿Cómo no iba a estarlo?
—¡Me encanta eso! Pero, ¿puedo preguntar qué es lo que te tiene tan contenta?
—Pero si lo sabes de sobra.
—Pues yo no estaría tan seguro. Dímelo.
—Imagínatelo.
—No me gustaría equivocarme. Ayúdame.
—Venga ya, no me hagas decirlo…
En este punto, se sonrojó, soltó mi mano y se hizo la indignada.
—¿No me lo vas a decir?
—¿Por qué te crees que estoy aquí contigo?
—Porque quieres desconectar, pasar un fin de semana agradable sintiendo la brisa marina en lo alto de un acantilado o quizá…
—No es nada de eso, idiota. Antes te dije que eres especial. Lo único que me importa del “aquí y contigo” es el “contigo”.
—¿Lo dices en serio?
—Sí… siempre me asustó un poco esa perspectiva, pero he decidido que… ¡qué demonios! La vida son dos días, ¿sab…?
Y de repente todo calló. Yo miraba al frente, a la carretera, y a pesar de no querer volver la cabeza, porque sabía qué me encontraría, miré, justo para ver cómo se precipitaba de frente todo lo que el cinturón de seguridad dio de sí. Sabía que sus labios ahora estaban sellados. Sabía que sus ojos se habían vuelto vidrios vacíos. Sabía que estaba muerta a mi lado, inclinada hacia adelante, con el pelo cubriendo lo que ahora eran cristales.
“You had it all… you had it all”
No podía estar pasando. No de nuevo. ¿Qué hice mal esta vez? ¿Qué se supone que tengo que hacer para no perder a quien deseo, sin ni siquiera tener la oportunidad de amar?
Tuve que parar el coche en el arcén. Las lágrimas me impedían seguir conduciendo. El peso del vehículo hizo crujir hojas secas y ramas rotas. La luz se filtraba a duras penas entre el denso follaje, y bajo esa luz me derrumbé al lado de su cadáver. No pude gritar o maldecir. No podía culpar a nadie… ya no sabría a quién, no se me ocurrían más nombres. Cuando conseguí mirarla analíticamente, vi lo que esperaba ver. No era una muerte normal. Su cuerpo no se pondría rígido hasta dentro de un día o dos. Nunca olerá a descomposición. No podré pasar la mano por sus párpados para evitar ese reflejo carente de emociones de lo que hace unos minutos eran sus ojos. Me sentía incapaz de decidirme por alguna emoción… estaba furioso y avergonzado al mismo tiempo, pues había caído en la misma trampa de siempre, pero me resultaba imposible ilusionarme, pensar que esta vez sería distinto. Por otro lado estaba muerto de miedo. Era evidente que, por mucho que me empeñase, nada iba a cambiar. No tenía ni idea de porqué, pero había encontrado una condena que me perseguiría.
Miré su mano, inerte sobre su muslo, justo donde había estado la mía. Finalmente arranqué el coche de nuevo y encendí las luces. Todo se había vuelto oscuro. Siempre llego a oscuras, por mucho que madrugue. Inicié la marcha de nuevo, sin lágrimas, sin ganas, sin fuerzas, ni esperanza. Solo una acompañante muda a mi diestra, y la eterna música del reproductor que cantaba el último estribillo con una graciosa variable:
“You had it all… you had it all… or that’s what you thought”.



Apagué las luces y el motor. El coche quedaba estacionado al final del camino de tierra que subía hasta la casa. Ante mí se extendían unos 30 metros de jardín poco cuidado hasta la entrada principal de la casa, y detrás de ésta, el mar rugía hambriento y amenazante contra las rocas, a pesar de lo tranquila de la noche. No esperé a encender las luces de la casa para tirar del montón de carne, huesos y cristales estoico que había viajado conmigo hasta el borde del acantilado. Pesaba muchísimo, y aquel lugar conseguía engañarme hasta el punto de parecer insuflarle vida, pero ya se que su intención es hacer que todo esto duela más. Y puede. Puede doler mucho más.
Me detuve al filo del acantilado, donde las hierbas se hacían cada vez más pequeñas y la brisa lamía el rostro inundándolo todo con su olor y sabor. Volví a plantearme lo de siempre. Volví a ejercer la introspección y a decirme que esto tendría que acabar, que la ilusión solo conlleva dolor y una caída tan alta como este acantilado. Me volví para cogerla y la dejé caer al mar. Volvía a sentirme pesado, viscoso y tibio. Sonó un golpe seco y cristales rotos. No me asomé en ningún momento, de todas formas era de noche y no habría visto mucho. Me volví a casa, cené lo primero que encontré sin usar la cocina y me dormí sin desvestirme.
A la mañana siguiente hacía un día espléndido. El mar estaba tranquilo, como si no hubiese pasado nada. Aquí no ha muerto nadie. Aquí nadie ha estado, de nuevo, a punto de tenerlo todo, tenerlo todo y quedarse sin nada, como siempre.
Monté en el coche para volver a la ciudad. Arranqué y di la vuelta en un hueco que había junto al camino de tierra. No puse música. Dejé la casa atrás y miré por el retrovisor para echarle un último vistazo, aunque sabía que volvería. A la luz de la mañana, la casa quedaba inundada por destellos que provenían de abajo, donde las olas movían ligeramente los cadáveres de todas aquellas chicas a las que he intentado acercarme. Un mar de ojos de cristal que parecía no dejar de crecer asomaba mediante destellos en la fachada de mi casa y, aunque yo no quería contribuir a ello, se que volveré a alimentarle, ayudaré a que ese montón de cadáveres blanquecinos y deshidratados siga creciendo, iluminando mis mañanas con fulgores de reproche.
De veras siento haber hecho esto a todas esas chicas, pero no puedo evitar sentir algo de esperanza. ¿Porqué no iba a cambiar? De echo, se que a pesar de este dolor volveré a la ciudad, volveré a sentir algo y la imperiosa necesidad de volver a recorrer esta misma carretera, de noche y en silencio, pero acompañado.

lunes, 6 de julio de 2009

Making of



Pues este es el proceso de dibujado de Mar... la verdad esq el pelo me quedó un poco raro... perdí los nervios y decidí dejarlo de lado.

El montaje me lo ha hecho Kain Sirkot, que soy bastante tonto para hacer estas cosas.

jueves, 2 de julio de 2009

No Juego Con Trampas



Cojo mis cosas y me voy
No tiene sentido este juego
No tiene sentido jugar si siempre me la quedo...

martes, 30 de junio de 2009

No soy tu héroe (Parte 2 de 2)

− Mira lo que has provocado, gilipoyas. Ya te dije que íbamos en serio. Dámelo de una puta vez. Dámelo si no quieres acabar como ella − decía mientras me agarraba de la chaqueta.
Miré atrás un instante, para verla agonizar. Volví a mirar al frente, y vi a tres hombres enfadados y peligrosos y una pistola apuntándome a la cara que lo afirmaba. Medité brevemente sobre sus palabras y pensé que si quería algo de mí, podía cogerlo directamente, pero por supuesto me lo guardé para mí. Abrí la boca para decir algo, pero la volví a cerrar.
Hasta este momento no había sentido nada, tan solo confusión. Las emociones parecían un conglomerado indefinido y aún no me había decidido por ninguna, pero poco a poco, como a lo lejos, empezó a esbozarse la ira, la rabia, la locura… y yo simplemente me limité a suavizar las formas.
Tomé el brazo del individuo y noté la vida que iba a arrebatarle. Hasta entonces lo desconocía, pero la vida fluye, no de una forma metafórica, sino literalmente. Tiene forma y color. Tiene cuerpo, y vibra y, cuando la sentí vibrar, tuve la sensación de que debía hacer algo con ella; si puedes manipular algo, tienes la tentación de hacerlo. Y eso hice.
Sus ojos me miraron con miedo, pero un miedo cálido, agradable, aunque supongo que tan solo a mi me resultaba agradable. Acto seguido, de su cuerpo salió un polvo que empezó a esbozar tentáculos púrpura. Tenía un aspecto gelatinoso y etéreo al mismo tiempo y, conforme ese concepto uniforme abandonaba el receptáculo que ocupaba, los ojos se tornaron vacíos y comprendí que ese polvo purpúreo era su esencia.
Luego se desplomó sin más.
Su vida se escurría por mis manos sin dejar marcas y entonces me asaltó la necesidad de saber si la esencia de cada persona era especial, individual, única. Mientras, los dos asaltantes me miraban con los ojos desorbitados. Cuando nuestras miradas se cruzaron el miedo les lanzó sobre mí, pero desde el principio estaban acabados.
Fui cruel. Sentía que tenía que serlo. Tenía que impartir justicia, aprovechar de alguna forma este nuevo poder del que disponía y no había nadie mejor para comprobar mis limitaciones que esos dos desgraciados. Me imaginé con una indumentaria acorde con la situación e intenté pensar algo ingenioso, alguna frase para la posteridad, pero nunca se me dieron bien esas cosas, así que hice frente a este acontecimiento con lo puesto e improvisando. Y no salió tan mal.
Lancé con fuerza un puñado de cristales amontonados en el suelo contra uno de mis atacantes, que empezó a gritar en cuanto cambió su trayectoria. El otro, el del bate, tuvo la oportunidad de creer que conseguiría alcanzarme hasta que el bate estuvo a apenas 20 centímetros de mi rostro, justo cuando saltaron como astillas el cúbito y el radio de su brazo derecho con un sonido seco, como a madera podrida. El bate cayó al suelo y el desgraciado comenzó a chillar con todas sus fuerzas. Aún le quedaban más fuerzas, pero ya las usaría más tarde.
Con el coro de aullidos de fondo, me giré para ver a mi otra víctima, que se revolvía sin sentido intentando arrancarse los pedazos de vidrio incrustados bajo la epidermis. Esperé un poco para que pudiera recomponerse, aunque más bien lo que pretendía era dejarme ver. Quería ver sus ojos temblando al verme frente a él de nuevo. Quería que sintiera cómo se le acababa, ante mi presencia, un mundo entero para huir. Esperé hasta que la sangre que le cubría los párpados le permitió ver mi silueta y entonces, con un par de pasos largos y rápidos, llegué hasta él y atravesé su estómago con mi mano, como si fuera la punta de una lanza, hasta que sentí la brisa del callejón rozando mis dedos, ahora cubiertos de sangre que goteaba. Nuestros hombros estaban pegados. Había atravesado su cuerpo con todo lo que me daba el brazo de si, y aunque desde mi posición no podía ver su rostro, sabía que tenía los ojos tan abiertos como era capaz, a pesar de los cristales. Estuvimos en esa posición unos pocos segundos. Yo escuchando su respiración y él intentando hacer llegar el aire hasta sus pulmones. Cuando pensé que el dolor había alcanzado su punto máximo, comencé a sacar mi brazo de sus entrañas hasta que este quedó completamente fuera. Allí donde había estado no había rastro alguno. Ni sangre, ni ropa desgarrada, ni nada, pero él se desplomó para empezar a agonizar en el suelo como si no pudiera creer lo que había pasado. Yo por mi parte, me sentía un científico experimentando con un par de cobayas con mala fortuna, y en mi mente iba apuntando cada movimiento para futuras pruebas.
Al girarme, pude ver que mi otro sujeto para experimentos estaba huyendo a duras penas, sujetándose el brazo quebrado lo mejor posible en un burdo intento por evitar el dolor. Lo hacía despacio, haciendo el menor ruido posible y sin volver la mirada en ningún momento. Le dejé creer que podría huir, y cuando me aburrí agarré el aire y lo traje hacia mí, trayendo con ese mismo movimiento algo desde dentro de él. Su pecho se hundió y su boca emanó bilis, como si fuera una fuente macabra. Se desplomó aun encorvado, de modo que su frente golpeó el asfalto y empezó a ahogarse con sus propias entrañas mientras empapaba el callejón.
Su amigo seguía en el suelo, intentando recuperar el aliento, aunque de sobra podía respirar, solo que se veía incapaz de hacerlo. Con tan solo quererlo sellé sus labios y taponé sus orificios nasales. Empezó a retorcerse sobre los charcos de agua de riego. Yo, me senté para ver cómo moría. Me sentía cansado, pero sólo mentalmente hablando.
Entonces recordé que había dejado a mi novia tendida en el suelo, agonizando. Si había sido capaz de arrebatarle la vida a tres individuos, me veía capaz, por supuesto, de dársela a la persona a la que amaba, así que fui hacia ella y la encontré tal y como la dejé, temblando débilmente y empapada de sangre. Me tumbé a su lado y miré a través de sus ojos vidriosos. Estábamos tan cerca que mi respiración hacía temblar los pocos pelos que caían por su frente.
De repente sentí un frío intenso en el costado. Era un frío que quemaba, y el mundo empezó a alejarse mientras yo me preguntaba dónde demonios me quedaría entonces. Ella seguía enfrente, pero sus ojos ya no tenían vida. Seguía temblando, sí, pero entonces me di cuenta de que era yo el que lo hacía. A mi alrededor el ambiente estaba cargado del vaho, del mismo vaho que yo escupía, y mi cuerpo tiritaba con fuerza, de modo que ella también lo hacía.
Escuché unos pasos a mi lado. Quise girarme para ver de quién se trataba, pero no podía moverme.
— ¿Cuánto hay en la cartera?
Sonidos de cuero frotado y monedas cayendo al suelo.
— ¿Estás de broma? ¿Por esta miseria hemos disparado a esa chica y apuñalado a su novio?
— ¿Qué quieres que haga? ¿Cómo iba a saber cuánto dinero tenía encima?
— ¡Callaos! Creo que la chica puede tener algo de valor encima.
Sentí como un individuo se inclinaba sobre nosotros. Vi un cuchillo rojo de sangre (de mi sangre) que rodeaba el cuello de mi chica. Se introdujo entre la nuez y el colgante de plata que le regalé y lo arrancó de un golpe seco. El cuerpo inerte de mi novia se tambaleó como una muñeca de plástico sin articulaciones. De fondo escuchaba a los asaltantes que discutían sobre lo ocurrido. Las gotas de las macetas caían aun desde los balcones sobre los charcos que habían provocado. El hombre que se inclinó sobre nosotros se dirigió hacia donde estaban sus compañeros.
— Ha sido culpa de ese tío, ¿vale? No debió intentar hacerse el duro…
— Mirad. Creo que por este colgante sacaremos algo más de dinero. Ahora deberíamos irnos antes de que alguien pueda vernos aquí.
Entonces los pasos empezaron a desaparecer por el callejón, y poco a poco solamente quedó el eco de lo que allí había pasado.
Mis ojos no dejaban de mirarla. No podían mirar otra cosa, pero tampoco quería hacerlo. Frente a mi la prueba irrefutable de que, de nuevo, he estado soñando. En mi costado, una herida abierta de donde emana con sarcasmo mi última oportunidad para demostrar que soy algo más de lo que había a simple vista. No soy un héroe, aunque sus ojos vacíos parecen no reprocharme nada.

viernes, 26 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

No soy tu héroe (Parte 1 de 2)

Salíamos de tomar algo, mi chica y yo, no muy entrada la noche. Ella llevaba un vestido simple, pero que me encantaba… nunca olvidaré ese vestido. Yo iba como siempre, la verdad es que no soy muy cuidadoso en los detalles. No era un día especial, ni oscuro ni vacío. No salía humo de las alcantarillas y el aire no se cortaba con el aullido de un lobo. A mi nunca antes me habían atracado, por lo que mis referencias a ello las obtenía de libros y películas y aquel día descubrí que no eran muy fieles representando el momento.
Tomando una esquina para entrar en una calle limpia y bonita, mientras el brillo de las farolas se reflejaba en el suelo empapado por las macetas recién regadas, oímos un ruido demasiado fugaz, por lo que no le prestamos su debida atención. Ya cuando llegamos a mitad de la calle el ruido se repitió, y esta vez parecía que no le importaba ser escuchado.
Mi novia parecía no haberse dado cuenta, pero yo siempre estoy alerta. No es por miedo, es porque poco a poco fui aprendiendo a mantenerme al acecho, los músculos tensos por si hay que saltar en cualquier momento, pero tranquilo. Es el equilibrio quien consigue que los extremos sean útiles.
Me giré y vi una silueta entrando en la calle detrás nuestra, a uno 50 metros. Escuchamos otro ruido, esta vez un golpe, esta vez los dos, y ella se pegó a mi como si pretendiera meterse entre mis vísceras. Cuando miré al frente de nuevo me percaté de que ella había visto a otras dos siluetas que venían de frente. Yo intenté transmitirle la tranquilidad que había desarrollado, aunque mi corazón empezó a latir con violencia y, seguramente, ella estaba sintiendo sus pálpitos a través de mi pecho. Empezamos a andar de nuevo, como si no hubiera nada en esa calle, pero aquellos tres individuos se habían propuesto perturbar nuestro paseo.
− ¡Venga ya! No pretenderás hacerme entender que no nos has visto, ¿verdad?− decía el hombre que venía por donde habíamos entrado. Parecía que se divertía.
Nosotros seguimos caminando intentando no escuchar sus palabras. Ella había empezado a temblar, y clavaba sus uñas en mis brazos. Creo que a una distancia de 50 metros pareceríamos serenos. A menos de eso, lo dudo.
Yo ya no tenía tranquilidad que transmitir a mi novia. Sentía como una especie de hormigueo en las piernas, como si se fueran a doblar en cualquier momento. Aunque la calle no era estrecha, no podía ver salida esquivando a tres individuos. Cada vez andábamos más despacio. Teníamos que empezar a afrontar que iba a pasar algo.
Cuando las luces y la distancia me permitieron ver con claridad a los dos asaltantes que nos venían de frente, me sentí enormemente decepcionado. Eran personas normales. No iban vestidas en chándal ni llevaban un gorro de lana en su cabeza. Estaban afeitados, andando serenos y decididos, y cuando sonrieron, no dejaron al descubierto su dentadura podrida y quebrada, sino más bien una fila de dientes que iluminaron gélidamente las luces de las farolas. Dos personas normales que nos miraban divertidos, y que se acercaban sin prisa portando algo en sus manos con lo que jugaban. Algo mate y aparentemente contundente.
En ningún momento se me ocurrió gritar, ni se me ocurriría más tarde. No es que no me saliera la voz, es que ni se me pasó por la cabeza. Estaba en medio de la calle, estrechando a mi chica contra mi pecho, intentando andar, pero tenía la sensación de que iba a pasar algo, y no podía obviarlo. Pasaron segundos hasta que los pasos que tenía a mis espaldas se detuvieron con teatral sonido. Me giré a pesar de que me negaba a hacerlo. No tenía el más mínimo interés en ver su rostro.
− Creo que puedes ayudarnos − comenzó a decir.− Tienes algo que andamos buscando. No tenemos mucho tiempo, así que nos gustaría terminar lo antes posible.
− ¿Perdón?− me sentía confuso.
− En serio, no pierdas el tiempo…
− No se lo que andas buscando, de verdad. Estaba tomando algo con mi novia… no tengo nada que pueda interesarles.− La cabeza me empezó a doler. Lo recuerdo porque era un dolor intenso y agudo. Nuevo. Apenas podía articular las palabras sin sentirme estúpido, tartamudeando. Empecé a caer lentamente a los brazos del pánico.
− ¡Mira por dónde! ¡Ahora resulta que no tienes nada!− decía una de las voces que venían de frente.
− Por favor, dales lo que quieren…− gimoteó mi novia.− Por favor…
Yo me sentía cada vez más confuso. No sabía quiénes eran aquellos hombres, y por supuesto no sabía qué es lo que tenía que darles. Miraba a mi alrededor, como si alguna de aquellas paredes sucias pudiera darme una respuesta. Volví la vista de nuevo al que parecía el jefe, con quien hablaba, que me miraba serio. Un hombre de unos 40 años. Normal. Todo era jocosamente normal, pero yo seguía perdido, sin entender nada.
− Amigo mío, la interpretación no es lo tuyo − me decía mientras consultaba su reloj de pulsera.− Ya conoces a mis compañeros. A mi no me gusta la violencia, pero a ellos…− hizo un gesto con la cabeza señalando a los aludidos −… ellos se lo pasan en grande. Además, ya tienen cierto rango, de modo que no tienen que preocuparse por limpiar lo que ensucian.
Sus ojos me penetraban. Me sentía violado. Ella rompió a llorar desconsoladamente al fin. Yo mientras tanto pensaba en lo fácil que sería ser matón. Bueno, si es que eran matones. Me gusta recalcar esto. No tenía ni idea de quiénes eran esos hombres ni qué querían de mi. Solo se que seguramente obtuvieron a cambio algo muy diferente de lo que esperaban.
Un fuerte ruido despejó mi mente saturada y espesa. El bulto que llevaba en la mano uno de ellos era un bate de béisbol negro, con el que había golpeado un contenedor de reciclado. Su acompañante sacó lo que me pareció una navaja, y la sonrisa que portaba mutó hacia una mueca desagradable. Me volví de nuevo hacia mi interlocutor, que parecía desarmado, y, consciente de que cada segundo de indecisión sería estar un poco más cerca de las armas blancas, me lancé contra él por instinto, golpeándole con todas mis fuerzas en la mejilla. A continuación tiré del brazo a mi chica, arrastrando de ella, que para nada se esperaba mi reacción. Por un momento pareció que se desarmaba, pero sin saber muy bien cómo, consiguió mantenerse erguida y emprendió su huída de mi mano. Atrás, los matones habían comenzado la persecución, pero contábamos con una pequeña ventaja en la distancia y una vida sana y deportista. Podíamos hacerlo.
Podíamos hacerlo, pero sonó una detonación magnificada por el eco. Por un instante el tiempo pareció detenerse ahí. Podía ver con claridad cómo las farolas escupían su cálida luz anaranjada sobre nosotros. Era capaz de distinguirlo todo, como segundos antes, pero ahora sin ruido. Parecía que esa brutal detonación hubiese destrozado mis tímpanos. No escuchaba las voces de mis perseguidores, ni el ambiente, ni mi respiración. Tan solo un sonido enlatado y envolvente que daba sensación de desaceleración, como si todo fuera a cámara lenta. Por un instante el tiempo decidió alargarse para dar relevancia al momento. Y al siguiente instante me encontraba corriendo, arrastrando por el suelo un peso muerto, agarrándolo con mi mano.
Al volverme todo volvió a cobrar sentido, como una bofetada o un cubo de agua fría. Los matones estaban a varios metros de distancia aun. Mi chica caía lentamente mirándome a la cara, como buscando una explicación. Y detrás suya se encontraba la persona a la que había golpeado, tras una tímida cortina de humo procedente del cañón de su pistola. El cuerpo de mi chica hizo un ruido sordo al caer e, instantáneamente su columna se encorvó en una especie de espasmo. Yo había detenido mi huída y me encontraba vuelto hacia la escena con la culpa recorriéndome la piel. Había dado por supuesto que ese hombre estaba desarmado. Había hecho que la persona a la que amaba recibiera un disparo, aun no sabía dónde, pero seguramente mortal.
Mientras yo me agachaba para rodearla con mis brazos, los matones se ponían a la altura de su jefe, asegurándose de que éste se encontraba bien. Los ojos de ella me miraban suplicantes, y su boca parecía tantear el aire, rebuscándolo entre la saliva que segregaba abundantemente. Sus senos se movían frenéticamente arriba y abajo, llenándose a cada bocanada de un aire enfermo, una mezcla de desilusión y pólvora, y una mancha oscura brotaba de algún lado, envolviéndolo todo. Envolviendo hasta mi mente.
Cuando volví a mirar al trío de asesinos, éstos se encontraban a pocos pasos de mí. Su mirada se había tornado maliciosa y oscura. Ahora sí eran como en las películas, por lo que me sentí extrañamente aliviado. Ahora tenía la sensación de que me enfrentaba algo conocido. Pero todo seguía siendo de un realismo demasiado crudo.

miércoles, 17 de junio de 2009

Escarcha

Y si por mi fuera,
calmaría el ansia de esta fiera en mi,
cambiaría como tiempo que me encierra aqui.
Por que colman mis colmenas los lamentos,
y es tan lento el perecer...
¿cómo te encierro si soy yo el que está dentro?
a ver,

dime qué cambia si seguimos siendo tú y yo.
Cómo no
alguien tenía que estrellarse.
Déjame decirte que aun hay tiempo hasta el eclipse,
que me tiembla hasta el decirte amor,
y que las victorias no se siembran,
se reciben.

Yo ya me froto las patitas
mientras brilla el suelo aqui.
Firmaría una derrota con tal de evitar sufrir.
Por mi que se caiga el mundo mientras no sea sobre mi,
y que si lloras sea por otro.
Yo ya me corregiré, descuida.

Cada lamento es otra vida.
Tengo el comedor repleto de fabulas que no comprendo.
Y se me escarchan los sentidos,
se congelan mis fluidos,
si veo de lejos el invierno.

domingo, 14 de junio de 2009

Nuestra última conversación

- A ver.
Miré a mi alrededor buscando algo con lo que apoyar mis ideas, alguna especie de soporte que diese forma a mis interpretaciones. El día estaba tan solo manchado por algunos rasguños de nubes allí por donde se confunde el horizonte, y la luz del sol de media tarde calentaba tímidamente el aire cortante de invierno. El camino donde estábamos parados se bifurcaba a unos 200 m de nosotros, y el resto del paisaje era una gran explanada moteada con algún matorral intrépido que daba cobijo a pequeñas plantas que encontraban en él su refugio para la crudeza de los vientos invernales. Como no había nada que me sugiriese material para seguir hablando, me volví hacia mi acompañante que me esperaba con una mezcla de fanfarronería e impaciencia.
- Mierda, a ver cómo puedo explicártelo…- odio cuando me mira de esa manera.
- No tienes nada que explicarme. ¿Por qué te cuesta tanto asumir que estás equivocado?
- No, no estoy equivocado-. Mis palabras brotaban lentas, como la savia en los árboles, pues mi mente seguía ocupada buscándole palabras a mis ideas.- no estoy equivocado…
- ¿Sabes? Hace mucho ya que dejé de verte con esa máscara que te empeñaste en usar. Eres más simple que todo eso, pero parece como si no destacar fuera más duro para ti que la misma muerte.
Me puse rígido. Sabe perfectamente que mi meta nunca ha sido destacar. Destacar es tan solo un paso irremediable para alcanzar cualquier gran meta, y eso es precisamente lo que hace que un hecho sea grande. Que sea único. Por primera vez en mucho tiempo noto como si estuviera desnudo, no al amparo de esa dichosa máscara que la gente que dice conocerme me coloca hasta la asfixia una y otra vez en mi rostro. Por lo visto es más fácil relacionar los movimientos atípicos con llamadas de atención para un público somnoliento.
El problema es que su indeseable estupidez, su falta de relaciones lógicas entre ideas preconcebidas, ha hecho que se esfume mi cálido abrigo de seguridad. De una estocada ha volatilizado la evidencia de mis palabras, la brújula de mi cruzada. Volver a empezar a explicar qué hace que yo sea ese bellaco lleno de ideas e idioteces hacía sentir mi cuerpo apaleado.
La miré con más pena en mis ojos de lo que deseaba mostrar. ¿De qué me servía tener una idea brillante si la única persona a la que puedo hacérsela llegar se empeña en acallarla, en desplazarla y ocultarla bajo lo más profundo de las entrañas del mundo de los pensamientos abortados?
- No importa- dije apartándole la mirada.
Siguió un silencio con el que parecía decirme: “quiero entenderte, pero no conocemos una misma verdad”, al que solo pude responder iniciando la marcha que minutos atrás se había detenido para dar paso a la discusión.
Por su cabeza podía estar bailando cualquier ser estrafalario, revolcándose entre montones de órganos viscosos y cantando a voz rasgada, que bien nunca lo habría sabido, porque su fachada solo mostraba una mujer aturdida, pero yo no podía entenderlo. Había sido ella la que había golpeado, yo me había limitado a derrumbarme por dentro, gritando, sí, pero el dolor se había concentrado en cualquier punto protegido por el esternón y su máxima expresión para con el mundo exterior había sido una súbita relajación de mis miembros, una sonrisa dolida y un mar de lágrimas retenido en mis cuencas.
No nos hablamos durante todo el camino de regreso. De hecho, nunca más volvimos a hablarnos y, aunque terminaron esos días helados, ese mismo frío decidió no abandonarme para nunca, por lo que se alojó muy dentro de mí.

sábado, 13 de junio de 2009

jueves, 11 de junio de 2009

Alfa

Tu recuerdo raspa
como tu parte de la esponja.
Los gemidos me recuerdan
que se esconde alguien más en mi.
Y al fin aparece algo,
envuelto en ceniza empapada,
y se me hunden más las piernas
aunque la idea sea escapar de aqui.

Todo está inmutable aguantando la tormenta
y así me llueva la amargura del querer volver en mi,
que por nosotros yo no entiendo
dónde entra la indiferencia,
que siguen pasando meses
y se me olvida resistir.

Pero aqui sigo
y existo, bajo este monton de piedras,
esperando a que vuelvas la mirada de una vez.
Porque me sabe a mal
tenerte como el alfa de esta brecha.
Cuando miles de cuellos asienten,
siento que no puede ser.

sábado, 6 de junio de 2009

Mi lugar

Por mi
que se caiga el cielo,
ya pisé demasiado.
Ahora quiero volar por dentro,
buscar las nubes de fuego,
nadar en asfalto.
Mirar a través de ser otra vez el que baila en la sombra.
Ese brillo destroza mi sueño.
Lo que una vez quise ser
quedará en mi memoria.
Es
como el cambio,
me hace esperar.
Sutileza en lugar de seguir pateando desiertos de cal
viva,
la tinieblas me dejan pasar.
yo
repaso el informe,
descalzo mi esencia,
y me siento deforme,
quedaré en evidencia, no importa
por mucho que tu mundo se esfuerce
solo yo ocuparé este lugar.

jueves, 4 de junio de 2009

Natura



Llámalo como quieras... consciencia, principios, creencia...
Yo me desgarro del mundo, levanto las raices y mudo mis hojas.
Dependo de la tierra, sí, pero no de este suelo.
Me sirvo de mi propio consuelo.
De cualquiera que empiece a llorar.

miércoles, 3 de junio de 2009

Máxima

Convéncete de que la quieres.
Mírale a los ojos y piensa
que has luchado a muerte por conseguirlos,
aunque sean regalados.

Inventa una historia entre medias
para dar coherencia al conjunto.
Empápate de sonrisas secas,
aunque sean sus lágrimas.

Créete que la necesitas y básalo todo en ello,
porque en verdad necesitas llenar ese vacío.
Aférrate con fuerza y llora.
Tu cordura está en juego.

lunes, 1 de junio de 2009

Niebla de horrores

Ando entre tinieblas,
apartando a mi paso el liviano pero presente peso del caos.
Paso los días, muerto,
rebozándome en canciones que nunca llegué a tocar.
Me dejo caer.
El cielo dilata mi controversia,
y mientras rezo,
me masturbo pensando en mañana...
dejo que el mundo se disuelva en mi boca.
Luego trago.


Ando entre tinieblas,
dejando tras de mi un desierto de sangre quemada.
La niebla deja paso al fin a los horrores.
El mundo deja de ser denso,
Acecha de lejos, y espero,
porque mi muerte siempre será prematura.
Recurriré a la incertidumbre
y buscaré una segunda opinión,
y necesitaré un tiempo para sentarme, meditarlo,
asumirlo y cerrar los ojos.
Entonces tendrá sabor.

domingo, 31 de mayo de 2009

Basura

El asfalto arde. Vuelve a oler a crudo.
Mientras, mi cara se despega de mis huesos bajo la luz lejana que rebota en tu pasillo.
Se que estás ahí.
Mis gemidos acaban por confundirse entre el bullicio del ambiente.
Iluminado por una constelación de luces traseras, reducido a una simple sombra entre nubes de vaho y salidas de aire.
Podrás buscarme en las aceras, revolcándome en el asfalto de una vida que no me pertenece, a tan solo dos metros de tu portal.
Llama tú al camión de la basura. Quiero que me saquen de aqui tal y como vine:
Envuelto en plásticos,
con un nudo al cuello,
apestando a vida descompuesta.
Siendo las sobras de cualquier otro.

sábado, 30 de mayo de 2009

Self-Portrait



Como un animal furioso.
Como el hambre insumisa
carcomida por la rabia.
Los segundos se disuelven con la sabia.
En un mundo neutro,
mi memoria se desvanece con mi recuerdo.