Llevo horas en la misma postura sin inmutarme, destrozando pacientemente lo poco que me queda de humanidad.
He visto la certeza de que no soy más que un pedazo de algo intentando encajar con figuras completas.
Me considero un testigo ciego, un narrador inconsciente. He vivido poco, pero me temo ser experto en repetir tramas. Cualquiera me vería como un fuera de lugar, desligado de espacio y tiempo y quiero asegurarme de que sigo estando cuerdo, por eso bajo y me presento entre putas y borrachos, virgen y sobrio y lastrado hasta la embolia de dolores que no me pertenecen.
No soy un observador, sino una pieza más de atrezzo en esa puesta en escena improvisada. Tengo hambre, acostumbrado como estoy a quedarme a las puertas de todo.
No puedo seguir esperando. Me estoy volviendo loco. Necesito puertas en esta habitación acolchada.
El mundo llora sobre mi coche esta noche mientras escribo gilipoyeces.
La caída (1956)
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La caída se presenta con una lectura un tanto curiosa, en forma de
conversación, aunque Camus tan solo nos permite conocer una parte de la
misma,
Esta c...
Hace 12 años
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