sábado, 13 de marzo de 2010

Irrelevancias

Es raro.
Nunca destacaste por estar ahí. Al menos cuando yo lo necesitaba.
Tu presencia llegó a reducirse a algo similar a la de una astilla clavada dentro de una uña. Incómoda. Inevitable. Inolvidable. Indeseada.
Pero me acostumbré a vivir contigo cuando no te necesitaba.
Cuando dolías.
Y no me molestaba.

Aunque no me haya dado cuenta, ha pasado tiempo.
Hemos aprendido a lamer nuestras heridas. Por separado, por supuesto.
Aprendí a masturbarme con astillas en mis uñas, del mismo modo que aprendiste que me tenías ahí. Para cuando tú quisieras.
Y te encantaba comprobarlo.
A todos nos hace gracia ver cómo los peces boquean cuando les echamos miguitas de pan.
Y no me molestaba.

Y seguiré boqueando. Al menos de momento.
Porque todo se ha retorcido tanto... en serio.
Todo es tan distinto... y eso que todo sigue igual.
Jugaremos a mirar nuestra silueta deformada por la refracción de la luz.
Nos convenceremos de que nos separa un universo, mucho más frío y espeso que esta agua tibia.
Seguirás adueñándote de mis canciones.
Seguiré fuera de tu vida al mismo tiempo que tú no dejas de meterte en la mía.
Y no me molesta.

Quiero ver qué vendrá después.
Seguramente todo sea más simple de lo que has querido hacerlo.
Ya descubrí que no duras para siempre. Disfruta mientras puedas.
El invierno se ha alargado demasiado.
Pienso seguir cantando tus letras, porque ya no me importas. Ya son mis letras.
Y no.
No te molestaste ni una sola vez en saber qué pensaba yo de todo esto.

2 comentarios:

  1. Duele más sacar esa astilla que vivir con su molestia, al menos para mí.

    ResponderEliminar
  2. A todos nos hace gracia ver cómo los peces boquean cuando les echamos miguitas de pan...

    he leido esa frase como ocho veces jeje, q razon tienes.

    ResponderEliminar