domingo, 4 de julio de 2010

Hasta que se apaguen los focos

Hay miedo,
por eso sé que sigo aqui esperando
en esta burda imitación de vida que han dado.
Agacharé mi testa detestando a los que puedan verme
mientras sus manos me humillan y mancillan lo que hay de beber.
Y siento el viento,
como patadas en mis costillas que a cada aliento hace bola y saca sus espinas,
y entonces
surgen como exclavos amarrándose los sueños y sonriendo a ambos lados
mientras se lavan las manos.
Riegan las cosechas con ceniza y polvorín,
las mismas llagas en sus oídos que en su ansias por huir.
Que no son más que aquella sombra tililante en el ocaso
donde un sol de brillo enfermizo hace todo por pasar de largo.
Largo!
Aqui no hay nada que ver.
Quería ser lo suficiente para poder llorar por algo
y seguir saliendo a flote sin tener que aprovecharme de sus esperanzas vanas en un futuro falso.
Porque pido por esta boca
pero solo me escuchan locos.
Relevándome a extraño
seré la envidia de otros.
Por mi
seguiré odiando a gordos en esta época d vacas flacas,
seguiré asintiendo en silencio hasta que se apaguen los focos.

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