martes, 28 de julio de 2009

La linterna roja (2/2)

No se muy bien cuándo sucedió, pero nuestros labios se acabaron encontrando por mucho que las voces gritasen “No”. El presentador reía de fondo, estoy seguro de ello, mientras mis manos buscaban algo que mereciese la pena bajo demasiada tela. Una vez desprendido el atrezzo, miré hacia otro lado, desconecté, y al volver a mirar al frente, todo estaba revuelto, y cubierto de sudor. Volvía a tener unión con el mundo. El ruido del televisor al fin fue solo ruido de fondo y aproveché para darme cuenta de que respiraba con dificultad. Estábamos en mi cama. Creo. Ella dormía sobre mi pecho, aparentemente feliz.
Estuve así un tiempo, sin moverme ni pensar. Cuando me lo permitió, me levanté de la cama sin despertarla y fui a la cocina. Abrí la nevera y bebí lo primero que encontré que estuviera helado. Un par de sorbos, no más. No tenía sed, solo la imperiosa necesidad de quitarme ese sabor de boca a tabaco y melocotones. Volví a mi habitación y cogí unos pantalones cortos. Eran las 4 de la madrugada casi, y la luz del acuario seguía encendida. Los peces boqueaban. Apago la luz, cojo la guitarra y bajo al local de ensayo.
Imagino que el ruido la llevó hasta mí. Entró despeinada y vistiendo tan solo una braguita. Incluso así daba asco.
—¿Llevas aquí mucho tiempo?— me decías apoyada en el marco de la puerta. Podrías haberte lavado la cara al menos…
—No lo se. Tenía calor. Aquí abajo se está bien.
—Ya se… estás cansado de anoche, ¿cierto?— insinuaste con una sonrisa pícara y haciéndote hueco en mi habitación.
—¿Anoche?
—Sexo— cada vez más cerca. No, no fue sexo. Fue solo tristeza.
—Ah, no, insomnio más bien. Tocar me relaja. ¿Qué hora es?
—Tarde. Venía a decirte que tengo que irme— es lo más bonito que me has dicho hasta ahora—, tengo que hacer cosas esta tarde y ya casi es medio día.
—Entiendo. Bueno, ya hablaremos, ¿no?
—Claro. Y… sal un poco, ha terminado la tormenta. Hace un día precioso.
Y se acercó y me besó. Y se fue. Lo apagué todo, me di una ducha, encendí el acuario y me acosté al fin. Las sábanas apestaban, y fuera la linterna roja seguía encendida, aunque nadie podía ver ahora su luz.

Han pasado quince días, y no ha vuelto a dar señales de vida, aunque me he informado. Le va bien. Muy bien. Lleva 5 años casada. Aquel día tenía que irse porque tenía que recoger a su hija de la guardería. De esto me enteré al cuarto día. Hice lo posible por hablar con ella, y cuando finalmente lo hice me dijo que no quería hablar conmigo, que tenía que distanciarse de mi y que lo entendiera, que estaba casada, y sentía lo que pasó.
Yo... no se. Estoy tocando la guitarra, y las cuerdas están desafinadas. Los peces siguen boqueando, con la luz encendida siempre. La linterna roja sigue encendida, no se ha vuelto a apagar desde entonces. Y yo necesito melocotones.

3 comentarios:

  1. que guarra la tia, ajá ajá

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  2. vaya.... no me esperaba algo así... jejeje pero me gusta... me ha dejado un regusto... raro... ¿a melocotones quizás?

    :P

    besitos azules, artista!

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  3. Es extraño éste personaje tuyo. Me ha chocado mucho la palabra "asco", como ese contraste entre lo que dice, lo que hace y lo que piensa. Parece que haya tres.

    Me ha encantado como has llevado la historia con esos contrastes, pero te diré algo que no me ha gustado; la parte en la que él va a buscarla, al final, no encaja en él tal y como yo lo he leido, a él no le importaban sus explicaciones.... aunque de alguna forma quisiera algo más de lo que parece querer, ella no era.... ella.

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